Érase una vez una actitud que se creyó leyenda, ilusa.

"La vida es una mala noche en una mala posada"...

Santa Teresa de Jesús

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Todos Santos, día de muertos



Quizá sea por ese miedo irracional que siento hacia lo desconocido, que el cerrar los ojos e imaginar que un día no tendré este cuerpo y no estaré en este mundo es uno de los pocos ejercicios que me petrifican.
En el Norte somos austeros, nuestras costumbres, aunque ricas, no son tan coloridas y variadas como en el centro y sur de este mismo país, sin embargo agradezco y le reclamo a mi tierra las mezclas, los extremos y las ironías con las que me ha criado, aun a kilómetros del centro.
Pero hace algunos años, no recuerdo bien el momento exacto descubrí lo que para mi es una de las tradiciones más hermosas del género humano: la tradición de los altares y todo lo que ello significa en el día de muertos.

Aunque cada región de México tienes sus variantes al respecto, la belleza y misticismo de esta fecha engloba en general un concepto brillantísimo: los ausentes vienen a pasar un rato con los presentes, sin sustos, sin miedos, sin misterios.
Mi fascinación se enganchó del pensamiento mágico que crea la realidad paralela de que “el muertito” (llamarlos en diminutivo es también digno de otro blog) pide permiso ESA noche para bajar a departir en un verdadero festín de colores, olores y sabores con los que aun penamos en este mundo matraca.
El pecho se me llena de suspiros y esperanzas cuando visualizo la fiesta, no son fantasmas, son almas limpias que piden permiso para salir, se los dan y mezclando tierra con cielo, emprenden el viaje en su carácter de alma-cuerpo etéreo, caminando en una peregrinación larga, sentida, que saben que valdrá la pena porque los del más acá hemos arreglado todo para respetar, disfrutar y vivir esa noche un poco de su muerte, de su paz por fin lograda, de su presencia que nunca se fue y de ese amor que no fallece.
Y así, hemos dispuesto todo, trabajamos varios días recortando papel, consiguiendo las flores, las fotos, los objetos, los recuerdos. Le compramos ropa nueva para que se cambie, ha de ser nueva, se lo merece. Señalamos con velas el camino para que pueda llegar a su propio altar ya que es difícil saber cual es cual entre tanto difuntito… marcamos en el piso con tierra, piedras y flores de cempazúchitl  los puntos cardinales parque que no se desubique en su camino de regreso.
Al llegar encontrará un vaso de agua, un espejo y un anafre, llegará con sed, frío y con ganas de arreglarse, hay que pensar en todo. Colocamos en los escalones del altar con gran dedicación y cariño lo que le gustaba: que si el tequila, que si un cigarrito, que si la guitarra, que si la pelota de beisbol. Preparamos como antaño su comida preferida y por supuesto pan de muerto, que aunque el no puede comerla en el estricto sentido carnal, si la degustará con nosotros y nosotros la disfrutaremos por él y con él. Qué mejor sentido para un banquete!
Tocaremos la música que juntos escuchamos, que le gustaba a él y lo sentiremos en cada acorde en cada palabra, en cada melodía. Nadie se quiere dormir, y es que el dolor de su ausencia, de su muerte, de nuestra vida si el o ella se alivia y se refresca en este altar de velas, olores y colores, y hay que pasarla despierto, en vigilia ya habrá tiempo de dormir cuando muramos.
El primero de noviembre vienen los angelitos, los niños que se fueron antes, que sólo estuvieron aquí un ratito para iluminar la vida de quienes los conocieron y luego regresaron a su nube, son hermosos, vienen brincando, cantando, consentidos de Dios. El dos de noviembre vienen los adultos, esos vienen en grande hordas, a paso lento y cuidadoso porque no se quieren caer. Buscan con la mirada a los suyos, o bien por los olores se dejan guiar, otros caminan tras la música que los llama.

La velada desvelada se llena de recuerdos que solo por esa noche tienen permiso de volver a vivirse de manera tan exacta que hasta muestran detalles que muchos habían olvidado, que esto y que lotro salud!… el difunto está en medio y se presiente, esa noche mágica no hay ánima que sea malvenida o no deseada. La noche ayuda con sus murmullos y sus vientos y la luna hace guardia, pues aunque esté ausente, está siempre presente.
Los animales del monte que rodea al Camposanto se inclinan por respeto y se llenan de energía, emisarios instintivos no juegan con lo que no es para jugar.
Y es ese pensamiento que bien García Márquez podría apropiarse por completo en una de sus novelas del más alto realismo mágico, lo que hace que esta celebración sea tan y tan hermosa para mi. Este sincretismo perfecto no es de nadie sino de mi pueblo, y me ofrece a mí, norteña austera de tradiciones y costumbres la oportunidad de viajar por una realidad paralela llena de nostalgia y de fe.
Porque en cada altar y en cada ofrenda, somos nosotros los que revivimos al recodar y amar tanto, somos nosotros los que viajamos, somos nosotros los que nos alimentamos de sabores, olores y sonidos que tienen un nombre y un apellido. El nombre de quien se fue para nunca volver, pero que en realidad para nosotros, no se ha ido.


viernes, 26 de agosto de 2011

Esa sensación de abandono...

Cómo se quita esto? Al ir dejar a mis hijas que son mis bendiciones, voy por la avenida panorámica y veo un hermoso Cerro de la Silla en bruma, con un magnífico cielo y luego ahí estaban, mis entrañables montañas escondidas, rayadas por el sol... y cómo se quita esto que traigo en el pecho y que frunce mi seño?

Cómo se lava esta sensación de vacío y abandono, de desprotección y de muerte con la que al parecer todos amanecimos hoy? cómo se sonríe sin que cueste, se vive sin que duela, cómo?

Cómo se pasan los días después de algo así, porque detrás de la tragedia y la muerte que ocurrió ayer esta algo con lo que termina de morir nuestra agonizante sociedad regiomontana: ayer calcinaron el último vestigio de confianza y seguridad social que quedaba en lo corazones de quienes queremos que las cosas sean igual que antes. No lo son.

Qué noche para los que pierden una vida de su vida, qué deuda para para con los "deudos" qué noche persiguiendo una esperanza en el terror, descubriendo lo que nadie quiere descubrir, he pensado en ellos tanto... qué día para los que perdimos la sonrisa por un momento y ganamos esa terrible y escalofriante sensación de abandono, de vacío.

No hay manera, sólo Dios, que es grande y sobrepasa todo esto por tanto, que lo sufrió y que conoce lo que reina en nuestro corazón vacío.

Dios llena este vacío, que hoy duele y cega...

domingo, 17 de abril de 2011

Elí Elí ¿Lemá sabactaní? parte I

Domingo de Ramos, siempre soleado, con viento. Todos con ramos recibimos a Jesús, el que habla hermoso, que consuela como nadie, que hace cosas increbiles como por arte de magia. El mismo, siempre tan contradictorio a lo que es el mundo, es el que viene en un burro (qué extraño, el merece el mejor jamelgo, el más gallardo, el más hermoso), Jesús siempre manso, entra glorioso, lentamente, creíamos que estaba en silencio pero miles de años después nos dimos cuenta que estaba orando.

Todos los personajes de esa trágica pero magnífica historia apuntan a mí. Todos soy yo en algún momento, esa historia del judío que era inocente, que no hizo más que mostrar la verdad, ser generoso y curar al amar, y que fue asesinado y humillado hasta el extremo por su mismo pueblo, hace tantos años, en un lugar tan lejano... esta historia siempre me envuelve y tiene algo que ver conmigo...

Puede ser algo como hoy, que yo era el pueblo, siempre decepcionado de sus gobernantes, siempre temeroso, siempre deseando algo mejor, y por las malas para que aprendan... por eso grité hoy... qué importa quién es El después de todo, no nos sirve a como está ahorita la cosa, El no maneja armas, no es buen político, no tiene contactos, no tiene capital... no nos puede ayudar, y los malos siempre tengo la impresión que son más, que son más fuertes, que son invencibles.

Con tanta muerte, con tantos muertos diariamente, con el sonido de las balas despertándome a las 3 de la mañana, no tarda la muerte en tocar a mi puerta, en llegar a mi casa y mancharla, necesitamos algo radical, alguien entrón, valiente, un buen líder... y llegó entonces a mí el nombre: Barrabás.

Era una pequeña pero irresistible oportunidad de participar por fin en la vida política y social de mi pueblo, yo que siempre estoy escondida, yo que soy débil, inutil, transparente... y entonces vino a mi mente la posibilidad de que nosotros, los oprimidos por la violencia, fuéramos quienes tomáramos las armas y matáramos al fin a todas esas cucarachas que tanto dolor nos han inflingido. Que esto se acabe ya! cortemos de tajo tanta maldad, tanta tortura, tanta muerte... y si para eso tengo que entregar a un inocente, pues, qué le hacemos, alguien tiene que pagar... es el saldo, el precio.

Entre la excitación del posible éxito ante la desolación que vivimos, la esperanza de salvar a mi pueblo lleno  de miedo y angustia, y el tumulto que vibraba igual que yo, que sufría igual que yo, que había perdido a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos en manos del martirio; surgío en mí una valentía nunca antes vista, la valentía que da la muchedumbre, el anonimato, el miedo y... grité...

Crucifícalo!!! a El crucifícalo!!! a mi qué me importa su suerte, danos a Barrabás... y que su sangre caiga en mi y en toda mi descendencia, total, eso a quién le importa... ahorita a El, crucifícalo...

Y su sangre cayó, en mí, en mi descendencia, y caerá por siempre... pero no para mancharnos, sino, como todo lo que El hacía, tan contradictorio al mundo, su sangre se derramó para lavarnos de tanto odio, el mismo odio que me llevó a mí hoy, a entregarlo a la muerte...

martes, 8 de marzo de 2011

Ni me gusta tanto el pink

Preocupante... preocupante que en pleno siglo XXI, cuando la gente nacida en la segunda mitad del siglo pasado creíamos que las nuevas generaciones ya traian nuevos aires de tolerancia y visión, una se entere que quienes dirigen la Federación de Estudiantes de su alma matter, y en su mayoría mujeres, piensen que la mujer es un hermoso defecto de la naturaleza, que vale porque puede ser madre y que debe vestir en rosa para autofestejarse... a ver... defecto, madre y rosa..

No me gusta el color rosa, bueno a veces, en algunos objetos se ve muy bien, como en mi pinki mac, por ejemplo. Me gusta el color anaranjado, los ocres, y el amarillo del sol. Nunca me han gustado las minifaldas, me hacen sentir vulnerable, expuesta e incómoda. No visto a mi perrito con tutús y no creo que todos los hombres que bailan ballet sean gays.

Definí que quería ser madre una vez que ya casada me sentí preparada para ello, no antes, y no cocino nada, no bordo, no tejo, no hago manualidades. Me gusta la musica melosa de Wilson Philips, algo de rock de los ochentas, más bien toda la musica de los ochentas, las cumbias, la salsa, Pesado, Intocable, el jazz, Aerosmith, Ten thousand maniacs y el mariachi.

Adoro la moda y amo los ranchos norestences, la carne asada y el sushi, Guanajuato y Praga, mi pasión es bailar y mi hobie leer y escribir.  Siempre soñé con ser un superhéroe que pateara traseros como el hombre araña, y en las reuniones con mis tíos más machistas no puedo quedarme callada. Abogada del diablo y catequista, admiradora perdida de los dinosaurios y de las novelas de Jane Austen y lectora precoz de la revista Mad... en fin.

Una vez analizada mi personalidad, y estando conciente de que la palabra "normal" la mayoría de las veces se sobre-estima, ¿como podría yo encasillar lo que es una mujer???

Si no es sólo madre, o sólo bella, o sólo humanidades, o sólo perversión sexual, o sólo espiritualidad, o sólo silencio abnegado, o sólo plática interminable. No es sólo rosa, ni sólo hormonas en sus días, ni sólo facilidad para el diseño, ni sólo buena vendedora. Mujer no es sólo lo que un hombre no es, no es sólo complemento perfecto, o sólo armonía y despilfarro... no es solamente contradicción y juicio, honestidad y manga ancha...

Es vida, cuerpo y alma y es una identidad intensa o superflua, pero es.

Y por más que sea, lo que sé es que no puede etiquetarse en rosa o en seda, ni en beso o en belleza, ni en maternidad o fantasía, porque aun con la ausencia de todo ello, y con la suma de otras cosas, el camino a conocerse en las mujeres no termina. Se define paso a paso, se decide con la vida.

A mi ni me gusta tanto el rosa, y sin embargo, es lo que menos importa.


Imágenes del libro Princesas Olvidadas o Desconocidas de P. Lechermeier y R. Dautremer.

lunes, 21 de febrero de 2011

Notas breves del dolor

Vacío y suficiente, el dolor llega físicamente, y te enfrenta a una realidad que siempre tuvo la gracia de esconderse. El dolor detona caridad y empatía o bien, desgarra envidias y proclama maldiciones.

El dolor en el cuerpo llegó un día y golpeó la cabeza tan fuerte que no se salió pacíficamente. Una pluma en el viento era el cuerpo, sin voluntad, sin entrada, sin salida. El dolor hace bajar al infierno y tocarlo con un pie, y es cuando el cuerpo entiende su caracter purificador, analogía del fuego, que quema y limpia, y mata, y enciende.

El dolor llegó al alma una gris mañana de cumpleaños, casi siempre llega de manera sorpresiva, como si se estuviera escondiendo detrás de la cortina y esperara el momento más ingenuo para encajar sus puñaladas. Y la oprime y la ablanda, y un gran pie aplana el pecho que con suerte muy apenas se levanta.

El alma adolorida pierde su peso, se hace leve y por lo mismo levita. Toca con su mano el cielo y es cuando uno entiende el caracter divino del alma, que es capaz de soportarlo, de guardarlo, acariciarlo o soltarlo para que vuele con sus alas negras, desgarradas.

Al ser carne y alma aprendemos que el dolor con sus colores algún día llegará enfrentandonos al miedo, al delirio a la tempestad... efímero viajero que derrepente ancla. Y ancló.

Luego vuelve a amanecer, y el sol vuelve a brillar y el dolor puede esconderse, ya no lo quiero más.

domingo, 13 de febrero de 2011

Lo que veo en el espejo

Desde pequeños mi hermano menor y yo, tenemos la rara costumbre de platicar con el espejo, cantarle, contestarle al individuo que nos habla desde ahí. Y todo esto en la intimidad de nuestro baño y en la seguridad de nuestra soledad. Probablemente estamos loquitos. Pero también probablemente ésta sea una manera de recibir algunos mensajes desde nuestro centro.

En fin, este “ritual familiar” y otras cositas me llevan a pensar qué tan importante puede ser para la gente la imagen que recibe del espejo. Y también qué tan real o ficticia puede ser. Yo misma, mi cuerpo ha pasado de ser una niña enfermiza, a otra más bien gordita, a ser una curvilínea bailarina en carrera, a ser una profesionista un tanto descuidada, a ser una novia esbelta y deportista, a ser una talla plus de postparto, a ser una señora a duras penas en talla regular que lucha por perder varios kilos que la vida le ha adjudicado.

Es irónico pero en los mejores años físicos de mi vida siempre me sentí incómoda por algún aspecto de mi cuerpo, y ahora que veo las fotos no puedo más que exclamar ¡por Dios, y yo que me sentía gorda, e insegura! Qué desperdicio. Si en ese entonces me sintiera con mi cuerpo como me siento ahora, todo lo que hubiera logrado y disfrutado mi existencia.

Y es que parece que hoy en día es un verdadero disparate no ser talla 4, no tener cuerpo musculoso, ni redondos pechos que contradicen a la gravedad, no estar en mi peso ideal, no estar bronceada eternamente y aun así estar contenta con mi cuerpo.….¡QUEEE! cómo es posible esto, si soy una mujer moderna que ve todo el tiempo esos programas de las fabulosas “Esposas Desesperadas” y los inolvidables “Friends” y las cuarentonas que salen ahí no pasan la talla 0!!!!  Probablemente debería darme vergüenza… pero no me da.

Y esto da como resultado otra actitud socialmente no aceptada: ¿cómo es posible que no pienses hacerte una cirugía estética en ningún punto de tu  imperfecta anatomía? Pues, no. Siempre he admirado tanto a las mujeres feas pero hermosas, esa contradicción, aquellas que abren camino, que levantan silencios y recogen miradas sin ser perfectas, ellas de manera inconciente me han enseñado en dónde radica la verdadera belleza y atractivo humano. Ellas brillan.

Posibles respuestas:¿Será que cuando una mujer se siente amada, no hace falta sentirse “tan deseada”? ¿Será que en realidad la belleza es una “actitud”, el resultado de ser quien quiero ser? no lo sé, sólo sé que veo mujeres exuberantes y hermosas en la televisión que no conocen la autoestima y también veo mujeres avejentadas prematuramente por el sol, los hijos y los trabajos, que con una mirada y una sonrisa te hacen olvidar la desdicha, porque su mirada brilla.

Hablar es muy fácil, y yo sigo en la eterna búsqueda colectiva de lo que todas llamamos belleza, y a pesar de mi instintiva frivolidad y mi manía de verme en los espejos, mi concepto de ella cada vez tiene más que ver con la luz, que con los colores y las formas.

viernes, 4 de febrero de 2011

Inventario en la orilla de mi cama




 Después de tener a mi segunda bebita, ya sabía lo que me esperaba: noches de desvelo, ropa extralarge, brazieres con abertura y pads de lactancia al por mayor. Sabía que me quedaría con 11 de los 16 kilos que subí en el embarazo y sabía que le daría pecho a mi bebita hasta que ella misma dijera “ya no” o en su defecto hasta el año de edad. Sabía que mis pechos se convertirían en algo que ya no era mío y que el dolor, la fiebre, la sangre o los calores propios de mi tierra, ni siquiera la terrible mastitis, podrían alejar a mi bebita de su leche materna. Y sabía que todo eso valía la pena.

Ya sabía que ese primer mes no es eterno, que iba a pasar y que mi bebé y yo íbamos a sobrevivirlo (detalle que no conocía cuanto tuve a mi primer bebé y que me estresaba terriblemente) que pronto me volvería a ver en los espejos (mi hobby preferido) y que algún día recuperaría mi condición de mujer y, por más imposible que pareciera, sabía que algún día podría volver a usar tacones.

Sabía que la depre post parto no es sicológica sino hormonal y sabía que la bebita no nació siendo experta en tomar de mi pecho. Sabía que mi marido seguiría sin saber nada, sin tener idea de lo que yo estaba sintiendo y viviendo; y que me aguantaría absolutamente todo, sabía que esa era su forma de amarme en ese extraño momento.

En fin, en la infinita sabiduría que da ese primer parto y que te hace hasta poder disfrutar del segundo, descubrí algo que sería trascendente para mi persona. 

Un día me senté en mi cama a hacer un inventario personal. Tenia una bebita recién nacida, una nena de dos años, una casa nueva, y no tenía ni carro (el cual vendimos para comprar la casa precisamente) ni un peso para un gimnasio. Tenía un marido con empleo, una bici estacionaria, un cuarto sin usar, un video de pilates y otro de yoga, unas mancuernas y un tapete. Y la autorización del doctor para hacer ejercicio a los dos meses de parida. También tenía algo de tiempo libre en la mañana. Tenía sobrepeso y tendencia a llorar fácilmente y no tenía ganas de hacerlo. 

Puestos los activos y pasivos de mi vida personal, reacomodé los recursos y decidí cambiar mi administración.

Para empezar tuve los elementos que me demostraron que el ejercicio se hace por gusto, porque es antidepresivo natural y porque es muy satisfactorio sentir que físicamente estás trabajando para ti. Fue entonces cuando descubrí el verdadero placer de hacer ejercicio. Toda mi vida el único objetivo de ir al gimnasio era adelgazar. Ahora no era así, era más trascendental: el ejercicio me ayuda a estar feliz y a sentirme bien y eso es mucho más importante (aunque no puedo olvidar los maravillosos efectos secundarios).

Me di cuenta que al hacer un inventario, ahí sentadita en mi cama, descubrí el panorama de mi vida, luego entonces, pude tomar las riendas de ella y trabajar por mi armonía personal y la de mi familia.

Decidí que mis hijas serían la prioridad de mis agendas y mi marido la de mis preferencias. Que las enfermedades son en su mayoría causadas por una mente agobiada y un alma descuidada. Decidí que fortalecería mi mente y mi alma para no enfermarme y esto les trasmitiría a mis hijas. Que puedo llorar, reir, sentirme bella o fea, tener aciertos o pasar ridículos siempre y cuando sea  conciente que cada cosa tiene vital importancia en el inventario de mi vida.